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MONTAIGNE, MICHEL DEMONTAIGNE, MICHEL DE (1533-1592), nac. en el castillo de Montaigne, en Périgord. Desde 1557 fue consejero en el Parlamento de Burdeos y de 1570 a 1581 alcalde en la misma ciudad. En la vida y en la obra de Montaigne se precisan con el mayor vigor y claridad los caracteres del subjetivismo y del humanismo renacentista del siglo XVI, unidos a un escepticismo que, aunque procedente, en su aspecto externo, del escepticismo antiguo, tiene por origen una muy diferente experiencia. La experiencia de Montaigne se da sobre todo en el descubrimiento de la insignificancia del hombre que, al estimarse equivocadamente superior al resto de las cosas, olvida los vínculos que lo unen a la Naturaleza. El vivir conforme a la Naturaleza, que Montaigne toma de los estoicos y de los epicúreos, pero que siente como una necesidad individual y no sólo como una verdad doctrinal, resuena de modo constante dentro de ese pesimismo que no es, en el fondo, sino una preparación para conseguir, mediante la eliminación de toda actitud presuntuosa, la tranquilidad de ánimo y la prudencia en todas las cosas. Vida conforme a la Naturaleza, eliminación de la inquietud producida por la ambición y el egoísmo, consideración de todas las cosas como transitorias, discreción en la ciencia y en el comportamiento humano, cumplimiento de las leyes y usos vigentes para evitar los mayores males que produce la rebelión contra ellos, todas esas normas no tienen otro sentido que el de contribuir a la felicidad individual, que es la única felicidad efectiva y concreta frente a las pretendidas grandezas y a las engañosas abstracciones, pues «hay que prestarse al prójimo y no darse más que a sí mismo» (Essais, III, 10). O, como indica R. Sáenz Hayes, «Montaigne reduce a lo justo cuanto solemos abultar en el deseo de mostrarnos como hijos predilectos del infortunio. Enseña el culto de lo relativo y enaltece las virtudes de la duda». Duda que no ha de confundirse, como apunta dicho autor, con una negación, pues la duda y el tan repetido ¿qué sé yo? de Montaigne se refieren más bien a la propia persona, de la que se pretende excluir el fácil dogmatismo sobre lo externo y el afán de dominio a que conduce con frecuencia. Así, Montaigne corrige de continuo las negaciones mediante afirmaciones. Entre éstas destaca la proposición de una norma de vida para sí y para los pocos que quieren acercarse a él, pero una norma de vida que supone justamente la existencia de la afirmación y del dominio en el mundo y que busca la única actitud que corresponde asumir al sabio frente a lo inevitable. La anterior descripción de las ideas y las experiencias de Montaigne no debe hacer creer que Montaigne puede ser presentado simplemente como un «ensayista» que utiliza pensamientos «antiguos» (especialmente estoicos y pirrónicos) y «renacentistas», adaptándolos a su situación particular y formando con todo ello una especie de «filosofía subjetivista» en la cual todo juicio aparece como relativo. Todo ello es en alguna medida cierto, en particular si tenemos en cuenta las intenciones «apologéticas» de Montaigne; en efecto, el relativismo citado confirma las verdades de la fe, ya que no dependen entonces de argumentos, sino sólo de una vida sana y simple: la vida de un «católico pirrónico». Pero a la vez es insuficiente, porque una vez hecho el inventario de cuanto Montaigne utilizó para expresar sus intuiciones sobre el hombre y la vida, queda un remanente que muestra la originalidad de Montaigne y su aguda percepción de cuestiones que hoy llamaríamos «existenciales». Al declarar que todo hombre lleva en sí el peso de la humana condición, Montaigne parece apegarse a un concepto «naturalista» y «universalista» de la existencia humana: he aquí, parece decirnos, el hombre; he aquí, por tanto, su «naturaleza». Mas esta humana condición no es nunca para Montaigne invariable: «En verdad que es sujeto maravillosamente vano, diverso y ondulante el hombre» (Essais, I, 1). El ser «ondulante» (ondoyant) es aquí fundamental; el hombre no «es», sino que «se hace». Y se hace, además, «hacia» el futuro. En el siglo XVI Montaigne nos habla, pues, ya del «proyectar humano»: «No estamos jamás en casa; estamos siempre más allá» (ibid., I, iii). El «estar más allá de nosotros mismos», el proyectarnos hacia el futuro para realizarnos a nosotros mismos es posible justamente por la condición «ondulante» antes referida. Sin duda que Montaigne habla de continuo de «la naturaleza», escribiendo con frecuencia que «así procede la naturaleza» (véase, por ejemplo, III, iv). Pero no es una naturaleza invariable; es un llegar a ser lo que se es en tanto que se va a ser. ** La interpretación de M. ha pasado por diversas etapas: tras un período de modernización histórica y filológica, dominada por el espíritu de los autores (Norton, Villey, Strowski) de la Edición Municipal (véase bibliografía infra), hubo un esfuerzo enorme por desentrañar el auténtico autor que se escondía en el texto de los Essais, lleno de inteligencia desconcertante y barroca. Así surgen comentarios como los de Dreano, Frame o Sayce (véase bibliografía infra). Es en 1969 cuando Jean-Yves Pouilloux (véase infra), profesor en la Universidad de París VII, propone una nueva forma de abordar la obra de M.: abandonar el rastreo de las posibles (pero dudosas) verdades que en ella puedan esconderse, para acoger el texto en su evidente desorden. Su trabajo supone un cambio de orientación en los estudios sobre M., cuyos Ensayos adquieren una importancia de primer orden, no ya sólo para la literatura y la historia del pensamiento, sino también para la filosofía estrictamente contemporánea. ** Edición de obras: La primera edición de Les Essais fue publicada en 1580 y comprendía sólo parte del texto actual, que corresponde a la edición póstuma de 1595 (con variantes de las ediciones de 1582 y 1588). La edición crítica llamada Edición Municipal y actualmente considerada como base para todas las ediciones, es la de F. Strowski (5 vols., 1906-1933); el vol. IV comprende notas de P. Villey y el vol. V un léxico por Grace Norton. Edición del Journal de Voyage de Montaigne, 1932. —Las ediciones manuales de mayor difusión son: Essais, 2 vols., 1962, ed. M. Rat; 1.a ed., en 3 vols., 1942. —Essais., 2 vols., 1952, ed. S. de Sacy. —Essais, 3 vols., 1972, ed. P. Michel. —Oeuvres complètes, 1962, ed. A. Thibaudet y M. Rat. —Oeuvres complètes, 1967, ed. R. Barral y P. Michel. —En español existen dos traducciones íntegras de los Essais: Ensayos completos, 4 vols., Barcelona, 1963, y Ensayos, Madrid, 1971. Bibliografía: P. Bonnet, Bibliographie méthodique et analytique des ouvrages et documents rélatifs à M. (jusqu'à 1975), 1983. Véase: A. Leveau, Étude sur les Essais de M., 1870. —H. Thimme, Der Skeptizismus Montaignes, 1876 (tesis inaug.). —Arend Henning, Der Skeptizismus Montaignes und seine geschichtliche Stellung, 1879 (tesis inaug.). —P. Bonnefon, M., l'homme et l'oeuvre, 1893. —Íd., íd., M. et ses amis, 1898. —P. Stapfer, M. de M., 1898. —P. Schwabe, M. als philosophischer Charakter, ein Beitrag zur Kulturgeschichte der Renaissance, 1899 (tesis). —G. Guizot, M. Études et fragments, 1899. —E. Kühn, Die Bedeutung Montaignes für unsere Zeit, 1904. —G. Norton, Studies in M. Early Writings of M., 2 vols., 1906. —Fortunat Strowski, Montaigne, 1906; 2.a ed., 1931. —P. Villey, Les sources et l'évolution des Essais de M., 2 vols., 1908 (I. Les sources et la chrono-logie des Essais; II. L'évolution des Essais). —H. Navon, Montaignes Lebensanschauung und ihre Nachwirkung, 1908 (tesis). —W. Weignand, M., 1911. —E. Sichel, M. de M., 1911. —I. C. Willis, M., 1927. —Jean Plattard, M. et son temps, 1933. —Íd., íd., État présent des études sur M., 1935. Bruno Rech, Grundbegriffe und Wertbegriffe bei M. de M., 1934. —Pierre Villey, M. devant la postérité, 1935. —Maturin Dreano, La pensée religieuse de M., 1936. —Ricardo Sáenz Hayes, M. de M., 1939. —L. Brunschvicg, Descartes et Pascal, lecteurs de M., 1942. —Maurice Weiler, La pensée de M., 1948. —Hugo Friedrich, M., 1949. —P. Moreau, M., l'homme et l'oeuvre, 1953. —D. M. Frame, Montaigne's Discovery of Man, 1955. —Marcel Conche, M. ou La conscience heureuse, 1964. —Donald M. Frame, M.: A Biography, 1965. —Philip P. Hallie, The Scar of M.: An Essay in Personal Philosophy, 1966. —S. Solmi, La salute di M., 1966. —Michael Baraz, L'être et la connaissance selon M., 1968. —J. Y. Pouilloux, Lire les Essais de Montaigne, 1969. —R. Sayce, The Essays of M. A Critical Exploration, 1972. —T. Cave, The Cornucopian Text, 1979. —A. Tournon, M. La glose et l'essai, 1983. —P. J. Chamizo Domínguez, La doctrina de la verdad en M. de M., 1984. —J. Casals, La filosofia de M., 1986. —M. G. Paulson, The Possible Influence of Montaigne's Essais on Descartes' Treatise on the Passions, 1988. —«M. et la critique espagnole», Bulletin de la Société des Amis de M., VII série, 11-12 (1988) [núm. espec. de la Société International des Amis de M. de París dedicado a estudiosos españoles de M.]. —C. Blum, La représentation de la mort dans la littérature française de la Renaissance, 1989. —D. L. Schaefer, The Political Philosophy of M., 1990. —F. Garavini, Mostri e chimere. M., il testo, il fantasma, 1991. back to Diccionario de filosofía | Encyclopedist
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